Los Curos, parroquia
popular y vibrante ubicada en la parroquia civil Osuna Rodríguez del municipio
Libertador del estado Mérida, ha sido, por décadas, un verdadero semillero de
expresiones juveniles, culturales y comunitarias.
Entre esas
manifestaciones, destaca con fuerza su profunda vocación muralista, una tradición que ha dejado huellas de
colores, consignas, sueños y luchas plasmadas en las paredes que bordean esta
comunidad andina.
En especial, las paredes de la Industria GAMA, justo en la entrada a Los Curos, han
sido desde hace más de cuarenta años el lienzo urbano preferido de generaciones de jóvenes, convirtiéndose en referencia viva del
arte comunitario en Mérida.
Durante
los años ochenta, fue el Movimiento Juvenil ANCLA
quien se apropió de esos muros, transformando la grisura del concreto en un
espejo de esperanzas juveniles. Pintaban murales con mensajes de vida, fe,
denuncia y participación. Así como también lo hacían en otras paredes de sectores
como la parte Alta, Media o Negro Primero.
En esos años, el
muralismo era más que una expresión artística: era una toma simbólica del espacio público,
una forma de decir “aquí estamos” y una herramienta para educar desde el color.
Cada mural se gestaba en colectivo, con brochas prestadas, pintura conseguida
con esfuerzo y mucha pasión.
A
partir de los años noventa, esta
tradición fue retomada con fuerza por la Asociación Civil Cátedra de la Paz y Derechos Humanos Mons. Oscar Arnulfo
Romero, que junto a diversos grupos juveniles organizados entre 1990 y 2000 —como la Coordinadora de Grupos,
Soldedi, EGUM, Grupo de Montañismo de Los Curos, CERCUS, los grupos religiosos,
entre otros— hizo de los murales no solo una expresión cultural, sino un acto pedagógico y político
en el mejor sentido: educar para la paz, visibilizar los derechos humanos y
sembrar conciencia crítica en la comunidad. Los murales se realizaban con
jornadas colectivas que incluían conversatorios, limpieza de espacios y
festivales barriales.
Walter Trejo Urquiola, actual coordinador general de la Cátedra de
la Paz, recuerda con especial claridad una experiencia de 1989. En medio de una
jornada muralista en las paredes de GAMA, dirigentes políticos locales de entonces intentaron
obligarlos a detener la pintura para colocar propaganda
partidista. Al negarse a ceder ese espacio, tradicionalmente ocupado por los
jóvenes de la comunidad, fueron amenazados verbalmente, generando tensión y
preocupación.
Sin embargo, la
comunidad respaldó a los muralistas, y el hecho fue reseñado por el Diario Frontera, lo
que permitió visibilizar el conflicto y reafirmar la legitimidad de ese muro
como espacio juvenil y comunitario. Ese incidente fortaleció el compromiso de
los jóvenes, quienes comprendieron que pintar murales era también un acto de
resistencia y dignidad.
Con
la llegada del nuevo milenio, y ya entrada la década del 2000, las
circunstancias comenzaron a cambiar. Los altos costos de la pintura, la falta de apoyo gubernamental
sostenido a estas expresiones artísticas comunitarias, y la transformación de las dinámicas
juveniles en Los Curos hicieron que muchos de esos grupos se
disolvieran o cambiaran de rumbo.
Fue entonces cuando las organizaciones comunales comenzaron
a hacer uso del mismo muro, esta vez para plasmar mensajes alusivos a las misiones sociales
impulsadas por el gobierno nacional y consignas de la denominada Revolución Bonita.
Así, los murales pasaron de ser lienzos juveniles independientes a convertirse
en espacios de comunicación política con el proceso bolivariano.
Sin embargo, más allá de los cambios
de contenido o de manos que han pintado los murales, la vocación muralista sigue viva en la memoria
colectiva de Los Curos.
Esa pared de GAMA,
testigo silente de las luchas, alegrías y visiones de comunidad, continúa
siendo un símbolo de identidad. Para muchos, recuperar esa vocación muralista
juvenil, con apoyo institucional y comunitario, es una deuda pendiente.
Porque Los Curos no
solo se cuenta con palabras, sino también con colores, pinceles y murales que
han hecho de sus calles una galería de luchas compartidas. Ciberpaz/conIA