En el
viaje hacia La Habana aprovechó para dar una misión a bordo para todos los
pasajeros, oficialidad y tripulación. Y al fin... Cuba. Seis años gastaría
Claret en la diócesis de Santiago de Cuba, trabajando incansablemente, misionando,
sembrando el amor y la justicia en aquella isla en la que la discriminación
racial y la injusticia social reinaban por doquier.
Fue un
Arzobispo evangelizador por excelencia.
Renovó todos los aspectos de la vida de la iglesia: sacerdotes, seminario,
educación de niños, abolición de la esclavitud... En cinco años realizó cuatro veces la visita
pastoral de la diócesis. El pueblo de Baracoa, por ejemplo, tenía 62
años que no veía obispo alguno.
Se
enfrentó a los capataces, les arrancó el látigo de las manos... Un día
reprendió a un rico propietario que maltrataba a los pobres negros que
trabajaban en su hacienda. Viendo que aquel hombre no estaba dispuesto a
cambiar de conducta, el Arzobispo intentó darle una lección. Tomó dos trozos de
papel, uno blanco y otro negro. Les prendió fuego y pulverizó las cenizas en la
palma de su mano. "Señor, -le dijo- ¿podría decir qué diferencia hay entre
las cenizas de estos dos papeles? Pues así de iguales somos los hombres ante
Dios".
Hoy, Claret nos hace el llamado a diario de
trabajar por la Comunidad de Los Curos, con amor y dedicación, viéndonos como
hermanos/as, no como rivales por cuestiones religiosas, políticas, sexuales,
etc.
Hoy
Claret nos pide que sigamos promoviendo actividades, grupos, ideas, para hacer
de Los Curos un semillero de esperanza, de participación y de construcción del
Reino de Dios.
Palabras
pronunciadas en la Procesión a Claret en el marco de la Semana Claret: Ayer,
Hoy y Siempre organizada en Los Curos del 26 al 30 de Octubre 2016, con la
participación de todos los grupos religiosos y sociales (entre ellos, Cátedra
de la Paz/Universidad de Los Andes)